Llegamos a las fiestas navideñas de este 2020, un año que «casi» todos queremos olvidar, deseando que 2021 sea mejor, aunque creo yo que sólo van a quedar los deseos. Ya veremos.

Mi historia de este año, a pesar de todo, tiene un balance positivo.

Me cambié de casa a finales de febrero, justo antes del «primer arresto domiciliario«, lo que me impidió hacer vida social y conocer a mis nuevos vecinos en la Sierra de Madrid.

Lo de hacer vida social sucedió en verano y, la verdad, es que no he parado de recibir muestras de cariño, lo que cambia mucho la sensación de soledad.

Y hablando de soledad, un sentimiento que creía manejar bien, aunque nunca lo había puesto a prueba durante tanto tiempo. Los días se hacían semanas y luego meses sin más contacto que la cajera del súper al ir a pagar, no te creas, o el charcutero, con el que he empezado una amistad muy agradable gracias a eso. Tiempo que pasaba echando mucho de menos a los míos, a sus visitas, a quedar con ellos y disfrutar de tenerlos.

El caso es que, durante esos meses, todos los días moría el equivalente a los pasajeros de un avión comercial grande y la gente salía a aplaudir y yo no entendía nada. ¿Estaban todos tan aburridos que no había otra cosa que hacer que salir a aplaudir?

Viví en primera persona la muerte y decidí hacer algo relacionado con mis cosas:

En mayo convoqué a 25 amigos para, entre todos, hacer un vídeo colaborativo como homenaje a todas esas personas que nos dejaban a diario. El vídeo se ha convertido en un testimonio de nuestro pesar. Lo puedes ver en mi YouTube o en esta otra entrada.

En paralelo, la gestión política y la tremenda incertidumbre generada, hizo que mi mudanza pasara a un segundo plano y todavía me quedan cosas por colocar en la casa porque era y es más importante mantener vivo mi negocio y poder comer, que hacer hogar.

Todo esto, unido a un estado de estrés y ansiedad mantenido durante años y a fumar como un carretero, desemboca en que, a finales de julio, sufra un infarto de miocardio que, afortunadamente, supero bastante bien y continúo con mis cosas. Ahora toca cuidarse más, cambiar el enfoque de la vida y tratar de no interiorizar tanto lo que sucede fuera de mí.

Han pasado más cosas, pero este resumen puede servir.

Ahora llegamos al final del año y hay que hacer balance y lo quiero positivo. He sido capaz de sacar fortalezas de la adversidad, superar problemas de salud e inventar nuevos proyectos. Tengo amigos nuevos, disfruto de un aire más puro y de un espacio vital que antes no tenía y sigo recibiendo muchas muestras de cariño. Así que…

a pesar de todo…
          ¡Felices Fiestas!

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